La esclava elegancia de un cisne

Orgulloso y desnudo se presenta el Tedio,
hábil ladrón del entusiasmo.

Para luego vestirse de Apariencia,
la cárcel más luminosa del mundo,
dueña de tus más recientes pasos.

Exhibes bellas flores que nacen de ese árbol
de sombra infinita, con raíces en el engaño.

Y te deslumbra otra vez el brillo de un iris
en la telaraña de la medianoche.
Y te consume la espera del naufragio,
y las partes, y los costes, y las miserias, y los lapsos…

Recuerdas aquel lejano y ajeno desfile de besos,
justo en este instante, justo en la efeméride.

Tu privada fábrica de chocolate y de recuerdos.
¿Y si todos tus desenlaces cristalizasen en pasado?

Albergas doradas pasiones que son desvelos.
Acoges helados desvelos que son desgracias,
y ese dejarse morir, morirse de espanto,
víctima de un secreto,
un extraño deseo jamás revelado.

Tanto cuesta la Vida, tanto cuesta
como huir de aquel abrazo,
erguirse y nadar de nuevo,
juntos o en diferentes lagos,
con la esclava elegancia de un cisne,
con la carga de un corazón que late abandonado.

Y es la nueva pregunta lo que te tumba.
Y es la vieja y efímera respuesta tu nuevo canto,
aunque tu lado más débil y más amargo.

Sinfonía de sudor y delirio.

Nunca este cuadro parece terminado.

En honor a la verdad

En honor a la verdad
se ocupó bastante más del mañana que del ahora.

Convirtió en ritos y dogmas
los selectos pecados del ciudadano perfecto.

Siempre le parecieron medio vacías todas aquellas copas.
Y fue pobre el recuento de latidos
Y fue brutal el rigor de los deseos.

Caminó en la cuerda floja
bajo toda esa carne que nos disfraza
en los actos y en las formas.

Comerció en pulcros infiernos de alquiler.
Inventó nuevas y preciadas drogas,
mientras forjaba máscaras de acero
y su meticuloso repertorio de fobias.

Pero, en honor a la verdad,
gritó en balde, voló sin viento y en soledad,
fingió que esta vida era una broma,
y quiso contramaquinar, antienvejecer,
pseudosentir todas aquellas cosas.

Pero llegó la primavera del desengaño
y la ruina de sus axiomas.
Tuvo que barrer la ceniza caída,
esa ceniza de todos los días,
de todo aquello que, en honor a la verdad, importa.

Y aún vasallo de aquella luz magnética y maldita
que respiran los ángeles de mirada ausente,
los ángeles rebeldes, de enormes alas rotas…

En honor a la verdad,
aún sigue sin ser persona.
Tal vez sea mixtura de dulce fuego, fiero drama
y cálida sombra.

O tal vez y, en honor a la verdad,
solo sea este amable y perdido idiota.

Zoografía

Me dice tu cara y privada magia blanca
que si fueras un animal serías un cisne.
O quizá esa luciérnaga celosa de la Luna
que aguarda su íntimo eclipse,
y la alquimia del infortunio,
para adoptar al fin esa figura ausente y triste
que circunnavega la realidad.

Aunque tú siempre dices
que si fueras un animal saltarías entre delfines,
tan ligera y cómplice de las olas,
tan hermética y tan libre, ajena a todo límite.

Cumplirás los treinta y siete, y seguirás en tus trece,
y le pedirás a tus medios que justifiquen tus fines,
y te creerás distinta por ser indiferente,
acaso lo has visto en el cine,
ese alarde de miseria,
ese poco ruido y esas muchas veces
que, si fueras un animal, serías un buitre,
y llevarías por corazón una mazmorra
que custodia un viaje sin retorno hacia tu origen,
y aquellas noches de cuento y los días contados,
y los juegos mentales y tus endemoniados juegos malabares
y todas tus fantasías en escala de grises.

O tal vez, si fueras un animal serías un lince,
una mosca, una cobra, un tigre,
un pez volador, un mariposa de color indescriptible,
o ese tiburón al que no le quedan dientes,
solo dudas razonables y el deseo irresistible
de derruirse y empeñar su magia blanca
en el mercado de las fieras infelices,
tan evidentes, tan inocentes, tan intangibles.

Tal vez si fueras un animal serías mucho más de lo que siempre quisiste.

De los sueños insondables

Exprimo el alambique de los recuerdos
y los arrullo cada noche, como haría una madre.

Y simulo cierto aire de victoria
siempre que hago balance.
Pero aquellos sueños de antes
son hoy las gárgolas que me adornan.

Aquellos sueños insondables.

Quedó atrás una era salvaje.
Los histrionismos de salón
que mantuvieron despierto y vibrante
a este híbrido de amor y sombra
tan inocente y, a la vez, tan infame.

Delata el óxido en mi voz
el fracaso de todos los planes.
La matemática de lo innombrable.
Tanta equis, tanta i griega…
No me cabe la pasión en ninguna frase.
Y las enes, y las zetas…
Ahora cualquier felicidad me viene grande,
me sobra mente, me falta cuerpo,
me faltan botones para ese traje.

Por suerte una montaña de palabras incandescentes
y la bendita hoguera de mis vanidades
me permiten contar kilómetros, contarte cuentos.
Y lo miro todo desde Marte.

Inútil resistirse al magnetismo del desengaño.
Sospecho que sería en balde.
Y es que cuando acecha la garra del vacío,
nunca, nunca corres lo bastante.

Y caminaré incansable, lento al fin,
en dulces días de perdición.
Mi corazón alado y emigrante
volando a ras de cielo
en este su último viaje.

Y aún pisarán pétalos mis pies
como si fuera alguien importante,
como si fuese yo un maestro, quizá un profeta,
en el fino arte de derrumbarse.

Discordia

La llamaré segunda piel.
y llevará tatuados larguísimos textos
que brillarán bajo los rayos de la Luna.

No ignoro que se acaba este sendero
y se avecina la caída.
Si he de consumirme, que sea en este fuego
de discordia.

Y si, además, he de renegar del viento,
entonces seré lluvia y espectro.
Y el amo de todos los calabozos.

Camino en la noche hasta que desfallezco.
El alba llega terrible.
Y es que hace tanto tiempo
que solo amanecen monstruos,
y a su lado río y sueño,
en torno a este fuego
de discordia.

Con hilo fino y dorado,
bordamos juntos finales felices
en el extremo de todos los cuentos.

Señorita Gray

Te recuerdo menos oscura y, tal vez, más egoísta.
Surcabas un mar de dudas
y organizabas rutas por tu vida exterior
mientras estudiabas aquella vieja asignatura…
Grandes bienes y males menores.

Y recuerdo que, por aquel entonces,
la primera regla de tu club de la lucha
era no hablar de ningún refugio hipermaterial,
de cómo el placer era siempre la excusa,
y de cómo el auténtico romance
compartía una frontera tan difusa
con los amores de tarifa plana
y los brindis por una vida inocua, sin burbujas.

Los primates más correctos e insignes de la galaxia
sonreían si les hacías burla.
Y es que apreciaban, de verdad, tus encantos
y perdían la cordura
cuando tú, que tanto esperas de este mundo,
les pedías, en cambio, la Luna.

Y al final de tu diario de emociones,
escrito con letra diminuta,
se lee este trágico desenlace:
No te agarraste cuando vinieron las curvas,
cuando llegaron los Males Mayores
y el fiero mal de tus alturas.

Te recuerdo más brillante
y mucho menos oscura.

Te recuerdo más fuerte, señorita Gray,
cuando solo te marchitabas en secreto y en pintura.

Baile de Máscaras

Cargado por igual de brillo y polvo,
a siete leguas del Infierno más blanco,
llevo en mi equipaje
el coraje propio de un fanático.

Y llevo el perfume de tu ausencia,
y vibran mis sentidos en solitario.
Sabrás que acecho sigiloso, siempre detrás de ti,
y muevo mis torres frente a todos tus caballos.

Si bien olvidé los nombres de tus vientos
y por eso soy el cazador cazado,
y por ello caigo junto al mundo
en esta catarata de desencanto.

Sé que no te llegan mis palabras, pequeña espantapárrafos,
que no aceptas tu privado Armagedón.
Asegúrate de sonreír cuando llegue el colapso.

Y mientras tanto…
Prosigue este baile de máscaras
donde represento a un bufón que solo provoca llanto,
embriagado de insensatez
y con justicia soterrado.

Shhhh.
Late el secreto bajo doce pares de costillas
y por eso te oculto, aunque te relato.

Tendremos que volver a empezar por el más ingrato final.
Tendremos que emprender ese viaje transiberiano,
pasajeros de lo desconocido,
nuestros ojos deletéreos, endiablados,
imitando la sutil perfección de un pétalo caído.

Volveremos al mismo guion, al mismo reparto.
Volveremos a creer que esta vida es dulce y puro teatro.