
Orgulloso y desnudo se presenta el Tedio,
hábil ladrón del entusiasmo.
Para luego vestirse de Apariencia,
la cárcel más luminosa del mundo,
dueña de tus más recientes pasos.
Exhibes bellas flores que nacen de ese árbol
de sombra infinita, con raíces en el engaño.
Y te deslumbra otra vez el brillo de un iris
en la telaraña de la medianoche.
Y te consume la espera del naufragio,
y las partes, y los costes, y las miserias, y los lapsos…
Recuerdas aquel lejano y ajeno desfile de besos,
justo en este instante, justo en la efeméride.
Tu privada fábrica de chocolate y de recuerdos.
¿Y si todos tus desenlaces cristalizasen en pasado?
Albergas doradas pasiones que son desvelos.
Acoges helados desvelos que son desgracias,
y ese dejarse morir, morirse de espanto,
víctima de un secreto,
un extraño deseo jamás revelado.
Tanto cuesta la Vida, tanto cuesta
como huir de aquel abrazo,
erguirse y nadar de nuevo,
juntos o en diferentes lagos,
con la esclava elegancia de un cisne,
con la carga de un corazón que late abandonado.
Y es la nueva pregunta lo que te tumba.
Y es la vieja y efímera respuesta tu nuevo canto,
aunque tu lado más débil y más amargo.
Sinfonía de sudor y delirio.
Nunca este cuadro parece terminado.